Azar.

De él se decía que era como el Bansky del tatuaje. Viajaba por todo el mundo y, una o dos veces al mes, dejaba una obra nueva, sin embargo no había forma de contactar con él. Se sabía que elegía un estudio de tatuaje aleatorio, su representante exigía control total sobre el establecimiento, a fin de que el artista pudiese trabajar en paz, atendía a una única persona. A sus clientes se les decía que su tatuaje sería gratuito, pero no podrían elegir el diseño ni ubicación, a cambio recibían la atención de todo el mundo y sus fotos aparecían en las más prestigiosas galerías de arte y todos deseaban entrevistarlos para así tener alguna información crucial sobre el elusivo artista. Había imitadores por todas partes, pero ninguno conseguía los rojos tan brillantes del artista.

La habitación se hallaba en penumbra, en su interior había varias jaulas para perros, dentro de cada jaula había una o dos personas, las había de todas las razas y edades. Se podría decir que estaban bien cuidadas y alimentadas, los recién llegados pronto aprendían que lo mejor era cooperar, cualquier intento de huida solo significaba una muerte lenta y dolorosa para otro de sus compañeros de infortunio. El hombre aparecía por las noches, pasaba muchas horas allí, jamás decía nada, solo observaba y meditaba, cuando estaba listo, elegía a uno de los prisioneros y se lo llevaba. Su sangre pronto adornaría la piel de una persona.