Una buena esposa.

Camila observó como César se servía la primera rebanada de lasaña y cruzó los dedos por debajo de la mesa, era la primera vez que la preparaba sin la supervisión de su suegra y esperaba haberlo hecho bien. Luego de lo que le pareció una eternidad, mientras él masticaba, se preparó para su veredicto.

– Se parece a la de mamá. Dijo muy satisfecho y el alma volvió al cuerpo de Camila. La joven sonrió complacida y empezó a comer su ensalada. César supuso que estaría haciendo una nueva dieta y la perspectiva de tener toda esa lasaña solo para él no le desagradaba.

– Hoy mamá me envió un nuevo correo electrónico, se está divirtiendo mucho en el crucero, al parecer ha conocido a un caballero muy interesante. Camila sabía que la posibilidad de que otro hombre apareciera en la vida de su suegra no era del agrado de su marido, después de todo, desde que el padre de César había muerto, Sofía se había dedicado en cuerpo y alma a su hijo.

– Pues a mí me parece una buena noticia, Sofía es una buena mujer. Camila bebió un poco de agua y sonrió. César la miro ceñudo. – Aún no entiendo, mamá estaba visitándonos y se marchó de forma repentina. Se sirvió otra rebanada de lasaña y suspiró.

La cena transcurrió con normalidad, al final Camila retiro los platos mientras su marido veía el noticiario. La cocina, tal como muchas veces le había recalcado su suegra, era un área exclusivamente para las mujeres, ningún hombre debería entrar allí. Cubrió lo poco que quedó de la lasaña y la guardó en la nevera. Mentalmente hizo la lista de tareas que tendría que realizar el día siguiente, debería pasar la aspiradora en el salón y luego encerar todo, su suegra siempre había insistido en que debía fregar los pisos de rodillas, en la manera tradicional y según Sofía, mejor, sin embargo Camila tenía un alma rebelde y solo cuando su suegra los visitaba, lo hacía a SU manera. La joven ahogo una risita mientras secaba los platos. También tendría que lavar la ropa y llevar la platería a pulir, la cena para celebrar el asenso de César sería en apenas 3 días, por suerte tenía carne suficiente en el congelador de la cochera, necesitaba verduras, además de harina. Definitivamente tendría que ir al supermercado.

Bostezando Camila salió de la cocina y se fue a duchar, el día había sido largo y estaba muy cansada, aunque muy orgullosa de sí misma. Al entrar en el dormitorio descubrió que César la esperaba allí y le dedicaba aquella sonrisa suya que solo podía significar que la noche apenas había empezado... Tan repentino como comenzó, termino, él inició su acostumbrado concierto de ronquidos de satisfacción y ella se giro, recordando cómo había sido su primer año de casada.

Sofía había estado esperándolos en la casa, su flamante marido y su querida suegra le explicaron las reglas del juego. Ahora ella debería aprender a complacer hasta el más mínimo capricho de su marido y Sofía le enseñaría a hacerlo. Muchas noches se fue llorando a la cama, humillada por su suegra que no hacía más que repetirle lo inútil que era. La hacía limpiar una y otra vez, no había un día en el que Camila no cometiera un error. Luego de aquel infernal año, Sofía se marchó, pero los visitaba varias veces al año para asegurarse de que su nuera fuera la mujer que su querido hijo merecía. Esas visitas se prolongaban durante semanas y Camila se sentía como una inútil de nuevo, su comida era siempre lo más criticado.

Habían pasado ya cinco años de matrimonio y ahora, por primera vez Camila albergaba esperanza, ella era la mujer ideal para César y ahora podrían ser felices como ella deseaba, tal vez incluso lograría embarazarse. Con este dulce pensamiento la joven se durmió.

A las 6 AM Camila estaba fuera de la cama, planchó la camisa blanca de César y la dejo lista en el baño, junto con la crema de afeitar y el calentador de agua encendido, también lustro sus zapatos y luego preparo el desayuno.

Cuando se quedo sola en la casa aprovecho para revisar su computador, ingreso a Thunderbird y redactó un correo electrónico, adjuntó algunas fotografías que había descargado hacía unos días y lo envió. – Bien, con eso tengo una semana más. Dijo sonriendo y se encaminó hacia la cochera, abrió el congelador y comenzó a revisar los diferentes trozos de carne que allí se encontraban. Debería deshacerse de algunas partes pronto, pero el día de hoy ya tenía muchas actividades planeadas. Camila sujeto un pedazo de carne con sus manos y suspiro. – Lo siento querida suegra, te prometo que mañana te llevare al río, verás como muy pronto llegaras al mar.

Camila volvió a guardar la cabeza de Sofía en el congelador, donde se encontraba el resto de su cuerpo, perfectamente cortado y etiquetado. – Nunca habría pensado que tu carne le gustase tanto a tu hijo, pero estoy segura de que te gustaría, seguirás nutriéndolo un poco más y también a sus invitados. La joven cerró el congelador y sacó la aspiradora. – Será un largo día querida suegra, espero que estés orgullosa de mí.